domingo, 19 de mayo de 2013

Larga Confesión de un fotógrafo Desilusionado

Que soy fotógrafo lo sé desde hace muchísimo más tiempo del que sé que lo soy.


Quizá no consiga explicarlo, como tampoco encuentro explicación si pienso en las temporadas que paso alejado, desilusionado o renegado se aproximarían más, de lo 
que es mi pasión, lo que llevo dentro. 

Una temporada como estoy pasando ahora y que, de haberlas anotado todas en el calendario estos años, quizá tuvieran alguna explicación cíclica. 
Una frecuencia secreta.
La luna, el calentamiento global, alguna remota alineación de astros, la puta crisis 
que tengo sentada a mi lado en el sofá, arrancándome palomitas a puñados teniéndolas yo en el regazo, incluso antes de que fuese 'la crisis' noticia... sea lo que fuere, hay 
algo que me lleva a torturar a mi pobre cámara con la indiferencia, a comportarme 
con élla como un amante despechado.

La llevo conmigo a todos lados encerradita, como siempre, en la que diremos raída 'lowepro'  para no confesar la penosa realidad de su completa ruina. Con élla 
comparten la apretada habitación mi bolsa con el tabaco de liar y la misma liadora. Extraña compañía. 
Siempre salgo pues con la 'lowepro', y por corto que sea el paseo, o más bien, por poco que tarde en dar cumplimiento a los recados que me obligan a salir de casa, abro la cremallera un par de veces. Bien puedo imaginar yo el acelerón cardíaco que sufre mi cámara cada vez que lo hago, para llevarse, nueve de cada diez dias, la desilusión de 
ver que no es a élla a quien mis dedos buscan.

Y me comporto así siendo consciente de que todo el perjuicio me lo llevo yo porque, como Xuan ya sabía, el 90% de su tiempo lo emplean mis ojos en ir sacando fotos sin 
que acompañen las manos y sí los pies. Porque no dejo de ver fotos y me he perdido cientos de éllas.

Después de pasados seis meses de la última publicación en este blog, encabezonado 
en tratar a mi cámara como te he contado, mi subconsciente me ha dado un toque 
la semana pasada. Y lo hizo aprovechándose que yo dormía.

Tengo que decir ahora que soporto la maldición de no recordar mis sueños, 
padeciendo doble castigo porque durante la mañana me doy cuenta que he soñado...pero no consigo saber el qué. Raras veces queda un sueño grabado en mi memoria o donde sea que guardado se queda.

Podría contarte aquél en que acabé llorando como un niño mientras daba un largo abrazo a mi abuelo, el único que conocí y del que no me había podido despedir, 
después de compartir durante un largo rato un intenso encuentro en el que me enseñaba algo que recuerdo con toda nitidez pero que aún hoy no entiendo.  
Podría contarlo, pero lo que viene al caso es contarte el de la semana pasada.

Aquél en el que me encuentro en pleno trance fotográfico, que ya le conté a Ripley, 
es decir, cámara en mano y sacando fotos, disfrutando, con el corazón seguramente acelerado. Soñé dos noches seguidas que sacaba fotos. 
Nunca me había pasado antes.

La segunda mañana comencé a pensar seriamente en volver a colgar fotos, en hacer
otro blog. Y todas estas líneas me ha costado decirte que hecho está. Que volveré a colgar fotos como siempre, con puertas y alcantarillas, sombras y ventanas, con pies 
y escaleras, espero que casi siempre con gente...
...pero éso ya lo iremos viendo.






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lunes, 29 de octubre de 2012

Gavilán o Paloma




Siempre pensé en lo innecesaria que era aquella pregunta del estribillo de tan famosa
canción que podemos recordar los que conocemos el bigote de Pablo Abraira, si mal
no recuerdo.
Sería como la pregunta que repite una y otra vez en el bar Maxi (personaje en la 
serie 'La que se avecina'): '¡¿Qué somos?!, ¡¿Leones o güevones?!'
Las respuestas son obvias.

Pero la mañana de la foto, nada más salir del portal, me fijé en la paloma.
Fué como un imán al que no pude quitar ojo mientras sacaba la cámara.
Viendo las fotos ahora consigo entenderlo. Quién me lo iba a decir.
Siempre me sentí gavilán, pero esa mañana era aquella paloma.





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martes, 23 de octubre de 2012

Ya en la Calle: Mariola

Con Pipo bajando ya las escaleras vuelvo a entrar, recorro el largo pasillo 
y con cada paso noto acentuarse la extraña certeza de que soy el único hombre 
que queda en el piso. Me siento como un occidental presente en una secreta
ceremonia de la tribu más oculta del amazonas desconocido.

La novia está terminando de vestirse, despacio, como debe hacerse cuando
uno se viste con tiempo para una ocasión especial, demorando cada gesto, 
cada botón.

Vamos a dejar terminar a la novia. No desvelemos aún su vestido, por respeto
a aquella tradición de mantenerlo en secreto.
Bajaré la escalera, tenía ganas ya de salir de entre las paredes. 
No me cuesta mucho decidirme ante todos los amigos y familiares que esperan
cerca del portal a pesar de que mi vista va de un lado a otro.
Es inevitable ver primero a Pipo. Un brazo suyo es como una de mis piernas.
Después veo a Mariola y a uno de sus tres hijos, mirando también a Pipo. 
No me extraña su cara de asombro y la querencia a la protección de su
madre ante tan enorme personalidad .






Hablo con Mariola. Le digo lo guapos que vienen todos sin recurrir ni un milímetro
a la cortesía. Digo la verdad.
Mariola me prohibe sacarle fotos, y menos tan cerca, así que le hago un par.









(Si se entera que os enseño ésta suya me mata. Pero corro el riesgo porque admiro
a la gente como élla. Y, sobre todo, porque creo que tenemos mucha afinidad,
nuestro sentido del humor se adivina mutuamente, se acelera, lleva una velocidad
muy parecida.  Es algo que en mayor o menor medida te pasa con casi todos, pero
si el porcentaje es por encima de la media te garantiza buenos ratos).
Un beso Mariola.




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miércoles, 17 de octubre de 2012

Un Cuadro por Ventana










(Pincha en las fotos para verlas mejor)












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miércoles, 10 de octubre de 2012

Susi fuera del Espejo



Todos acaban parándose, más o menos tiempo, delante suya. Yo también, pero cuando
lo hago distingo perfectamente el lado en que me encuentro, lo que no quita
para que me fije en ese otro recibidor, y en la otra puerta que parece talmente
la que está a este lado.
Cuando Susi lleva más de un minuto delante del espejo, empiezo a dudar si 
está dentro o fuera, incluso si ésto es fuera y aquéllo dentro.




(Pincha para verlas mejor)





Caigo de uno de los lados cuando aparece Pipo por el pasillo, camino de la calle.
No puedo dejarle escapar.







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jueves, 4 de octubre de 2012

Reloj de Sol

       
     8:32       
   



                                          8:33





   8:34





                                            9:50





                                           10:23






                         10:24




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sábado, 29 de septiembre de 2012

Un Cigarrillo para Sole



Sole mira el reloj, la ceremonia empieza a la una. 
Coge el paquete de tabaco que hay en la mesa y recurre a la breve ceremonia 
que usamos todos los fumadores cuando necesitamos amansar un torrente de
pensamientos o aplacar un poco los nervios.
Se queda pensativa mientras se lleva el cigarrillo a los labios, como si repasara 
todo lo que queda pendiente, y con la mirada perdida buscando quizá aquello
que le deja la preocupante sensación de olvidar algo importante. O así me lo parece.
El timbre suena de nuevo. El cigarrillo vuelve a la mesa. El mechero se queda 
en su mano.




Hace tan solo un minuto la he sorprendido sola en la cocina, acabando de secar
y recoger las tazas del café que llenaban el fregadero, rodillo en mano. 
Como cualquier mañana. Tan centrada en éllo que no se da cuenta de mi 
presencia.
Cuando por fin me ve le hago notar el riesgo que corren su vestido y sus uñas, 
así que deja el trapo y su risa es como una confesión de los nervios que
intentaba distraer.
Es ahora, con las manos desocupadas, cuando mira el reloj y la mesa.
Poco antes de que sonara el timbre.




Camino de la ventana abre la puerta sin preguntar, se asoma y comprueba que 
el coche de la novia acaba de llegar. Y con él Pipo, que sube con los ramos.
Uno para la misa y las fotos, el otro para que las casamenteras intenten 
cogerlo al vuelo. Supongo que más por dar cumplimiento a otra ceremonia más
que por creer en el poder de su captura.






Así, tres minutos después de sorprenderla en la cocina, Sole nota el mechero en su
mano, desanda el camino hasta el cigarrillo y lo enciende.








Sólo queda que la novia empiece a vestirse.



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sábado, 22 de septiembre de 2012

Diana viste a Marc




Diana apaga el cigarro poniendo fin también al momento que se ha tomado
para coger fuerzas. Es cuando comienza el momento para el que mentalmente
se acaba de preparar: vestir a su hijo Marc.







Marc se deja hacer mientras va cambiando posturas que le pemitan seguir el juego.
Él es el encargado, casualmente, de que las arras lleguen todas a la cita.







Me doy cuenta que estoy presenciando ésa otra ceremonia que conocemos todos al milímetro, sobre todo los que tenemos un enano que nos lo recuerde.













(Pincha para verlas mejor)






Se le ve poco preocupado.


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miércoles, 19 de septiembre de 2012

El Padre de las Novias



Al escuchar mis 'buenos días' el humor del padre parece mejorar y
me los devuelve con una sonrisa cómplice.
No es de extrañar, viene todo de muchos ratos de tertulia,
la mayoría frente a un café, de muchas y largas mañanas camino de alguna
consulta en el hospital.
Y de esa camaradería que aparece cuando somos los únicos hombres
entre tanta mujer nerviosa.








Me deja retratarle junto a la ventana mientras le pregunto qué tal lleva
todo el ajetreo. Sonríe.
Creo que es la quinta boda de una hija a la que asiste. Ya debería estar
acostrumbrado. Y aún así, conforme va completando su vestimenta, primero
el reloj de bolsillo, ahora la corbata, frente al espejo, después la chaqueta...
...prenda tras prenda, su talante va ensombreciéndose.
Como si con cada nueva pieza añadida se activase un mecanismo secreto
por el que girasen los músculos del rostro unos milímetros,
ajustándose poco a poco en un ademán serio.






Le fuerzo a posar de nuevo, por sacarle un poco de sus pensamientos,
y me doy cuenta de que tendré que esperar para volver a retratarle.
Ahora repite por quinta vez un proceso al que quizá no te acostumbres nunca.
Algo parecido a lo que pasa un torero mientras se viste, con una tensa calma,
antes de salir para la plaza.





(Pincha para verlas bien)



No importa, el día acaba de empezar.




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sábado, 15 de septiembre de 2012

En los Zapatos de la Madre de la Novia




Como si fuese un ser único el bullicio de la gente se mueve sin razón explicable
al largo pasillo que lleva hasta la cocina y el salón.
La madre de la novia se queda sola, ya lo estaba momentos antes de que todos
se fueran pasillo abajo. Termina por fin de ponerse los zapatos. Quizá éstos
hayan dado sus primeros pasos por aquel pasillo, pero será la primera vez que
lo hagan para bajar las escaleras y pisar la calle, y más tarde incluso bailar.
Sentada, mueve ambos tobillos cambiando de postura sus pies mientras los mira.
Suspira.
Se olvida de pies y zapatos y alza la vista al vestido, radiante, como su mirada.
Ahora suavemente hace presencia una sonrisa.
La mayor parte de élla no está ahí, pasea por su memoria o sabe dios qué estancia
de su interior. Sea lo que sea empieza a emocionarse, lo puedo notar.
No hay rastro alguno de tristeza, más bien lo contrario.






Me pierdo también yo, pensando qué estará pensando.



Así permanece el tiempo que se tarda en escuchar unos pasos nerviosos que
llegan ya desde pasillo.
Sole vuelve a ocupar su cuerpo en tres segundos, a tiempo de levantarse y,
mientras queda oculta la emoción que aún lleva tras el sombrero,
desde allí suspira, se levanta y dice:
'Mira, ¿cómo los ves?'.




(Pincha para verlas mejor)



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